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Dicen que las cosas buenas vienen en envases pequeños. Bueno, a veces en caparazones, como la tortuga de caja. Con esos ojos medio sabios y esa forma de andar que parece decir “yo ya lo he visto todo”, (sí, Terrapene spp. para los amigos con bata de laboratorio) es mucho más que una mascota curiosa. Es un compromiso. Es, cómo decirlo… como adoptar un Tamagotchi que envejece contigo. Pero que no pita cada dos minutos.

¿La quieres tener en casa? Vamos a ver si estás listo, compi.

¿Qué narices es una tortuga de caja?

Vaya pregunta, ¿no? Pero bien. Vamos por partes (como diría Jack el Destripador).

Esta tortuga pertenece al honorable clan Emydidae, y su género es Terrapene. No es precisamente una fan del agua como su prima acuática. Más bien le gusta la tierra, el sol de la mañana, y un rinconcito tranquilo donde nadie moleste. Como tú un domingo, vamos.

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Ficha técnica pa’ que no se te vaya el hilo:

  • Nombre común: Tortuga de caja
  • Nombre científico: Terrapene spp.
  • Familia: Emydidae
  • Orden: Testudines

Especies que se dejan ver más:

  • Terrapene carolina: la típica del Este de EE. UU., muy en plan «aquí mando yo».
  • Terrapene ornata: tirando más a seca, campeona del pastizal.
  • Terrapene nelsoni: tiene rollo México-EE.UU., aunque no la ves todos los días.
  • Terrapene coahuila: esta, más rara que ver un VHS funcionando en 2025.

No confundas, no es lo mismo:

  • Tortugas terrestres tipo rusa o sulcata: gigantes, con ganas de andar (y cagar a lo bestia).
  • Tortugas de agua: como la de orejas rojas —divas del estanque.
  • Tortuga de caja: Ella, en cambio, te cierra la puerta en la cara si no le caes bien. Bueno, su caparazón. Tiene una bisagra (¡sí, como las tapas de tuppers!) que le permite cerrarse por completo. Protección de fábrica.

¿Y en la naturaleza qué hace la criatura?

Mira, estas tortugas no van de fiesta en grupo. Son más bien ermitañas. En libertad, puedes encontrarlas:

  • En bosques húmedos: carolina style.
  • Entre matorrales o praderas: la ornata, dura y seca.
  • Semiacuáticas: como la coahuila, que va a su bola.

Son territoriales. Les mola madrugar (¿a quién le gusta eso hoy?). Y cuando el frío aprieta, se entierran y dicen: «chao, hasta primavera». Literalmente.

¿Y eso cómo se traduce en tu salón?

La tortuga de caja necesita su espacio. Nada de meterla en una pecera vieja. Imítale el ambiente: escondites, cambios de temperatura, luz natural. Básicamente, que no piense que está en IKEA.

Esto me recuerda a cuando monté mi primer terrario… Bueno, da igual. No acabó bien.

Montar el piso perfecto: El terrario ideal

  • Tamaño: mínimo 90×60 cm. Pero si tienes espacio extra, ella no se va a quejar.
  • Substrato: mezcla natural. Nada de esas piedritas que venden en el súper.
  • Decoración: troncos huecos, musgo, y alguna hoja que huela a otoño. Literal, ese olor a lluvia que te pone nostálgico.
  • Ventilación: sin esto, adiós caparazón sano. Aparecen hongos y mal rollo.

¡Uf! Y la temperatura, ¿cómo va eso?

  • Zona caliente: entre 28 y 30 °C
  • Zona fría: de 22 a 24 °C
  • De noche: que baje a 18-21 °C, como cuando dejas la ventana abierta por error.

Lámparas de calor y UVB. Sin eso, ni vitamina D ni huesos fuertes. ¡Te lo digo yo que me «crashé» la espalda un invierno sin sol!

¿Y de comer? Porque no vive del aire, ¿eh?

La tortuga de caja es omnívora. Lo mismo le dan a una fresa que a una lombriz. Pero no te pases con las frutas o la pones diabética. Vale, exagero… pero no mucho.

  • Proteínas: grillos, lombrices, babosas (2-3 veces/semana, sin pasarse).
  • Frutas: papaya, mango, higo… eso sí, como premio.
  • Verduras: diente de león, calabaza, col rizada.
  • Suplementos: calcio una vez a la semana. Y multivitamínico, pero no el que tomas tú, ¿vale?

¿Y hibernan o qué?

Depende. Algunas sí (carolina, por ejemplo). Pero no es llegar diciembre y zas. Tiene que estar sana, adulta, y que tú sepas qué haces. A veces se hace en nevera, entre 4-8 °C (sí, has leído bien, nevera).

¿Genial? Más bien… cuestionable si no tienes idea.

Dale vidilla: Enriquecimiento ambiental

Ponle escondites, cambia el sustrato, mete hojas nuevas. A veces solo basta una piedra distinta para que se entretenga media hora. Manipúlala poco. No es un gato. Y no te juzga, pero tampoco te va a dar likes.

Errores que flipas (y debes evitar)

  • No poner lámpara UVB. Resultado: huesos flojos y caparazón blando. Horror.
  • Dar demasiada fruta: adiós hígado.
  • Terrario tipo caja de zapatos = tortuga estresada.
  • No ir al veterinario: uno que sepa de reptiles, ojo. No el que vacuna a tu perro.

¿Vale la pena tener una tortuga de caja?

Pues mira:

  • Vive 50 años o más. Algunas llegan al siglo si las cuidas bien.
  • No hace ruido. En serio, cero.
  • Enseña responsabilidad a los críos (y paciencia a los adultos).
  • No hay que sacarla a pasear ni limpiarle el arenero.
  • Tienen personalidad. Aunque no lo parezca, algunas incluso te reconocen.

Y claro, si esperabas una mascota que te persiga por la casa, no es ella. Pero si buscas un ser silencioso que lleva siglos en la Tierra y aún te mira como si fueras lento… bingo.

Tabla rápida (pa’ no liarte):

  • Terrario: Mínimo 90×60 cm, natural y con escondites
  • Temperatura: Calor 28-30 °C / Frío 22-24 °C
  • Humedad: Entre 60-80%, según especie
  • Luz UVB: Sí o sí, 10-12 h/día
  • Comida: Omnívora con suplementos
  • Hibernación: Solo si toca, con mucho control
  • Enriquecimiento: Entorno variado y algo de interacción

Dudas que te rondan la cabeza (y no quieres admitir):

¿La tortuga de caja Hiberna? Algunas sí, otras no.

¿Cuánto vive? Entre 40 y 60 años fácil.

¿Es buena para niños? Sí, si hay un adulto que supervise.

¿Puede estar en el jardín? Sí, si no vives en Mordor.

¿Y el veterinario? Al adquirirla, luego cada 6-12 meses. Y cuando algo huele raro (y no es el sustrato).

Conclusión: ¿Un fósil vivo como compañero?

Totalmente. La tortuga de caja no es una moda pasajera, ni un adorno. Es como ese disco viejo de vinilo que heredas y no sabías que amarías. Da poco ruido, pero mucho aprendizaje. Y sí, te hará pensar en cómo cuidas lo vivo. Que ya es decir.

¿Listo pa’ compartir casa con una tortuga que podría haber visto a los dinosaurios? Pues eso.

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